jueves, 23 de febrero de 2012

SEÑORA SOLEDAD.


El brillo de la luna cae sobre mi cama. La noche está brillante, estrellada. Todo el cuarto se encuentra iluminado por ese brillo.  Cierro la puerta, corro la persiana y con pequeños pasos me dirijo a la ventana. Me siento en ella. Por la calle pasan pocas personas pero no me ven, los árboles me cubren.

Sopla un viento frío, lo siento rozándome el rostro. Mis ojos se llenan de lágrimas. Lloro, ¡Sí! Lloro desconsoladamente.  Los cierro y dejo que las lágrimas bajen por mi cuello hasta que se pierden en mi pecho. Me siento triste. Sola.

Con los ojos cerrados me transporto por el túnel del tiempo. Me veo un poco más niña. Desde que tengo memoria he estado con la soledad; ese estado que me atemoriza, que hace que muchas noches me siente en un rincón de este cuarto abrazando a mi oso de felpa, llorando como una demente. Ahora me veo rodeada por mucha gente que dice ser mi amiga, que asegura que me quiere, pero yo sigo sintiendo este vacío (Cada día el vacío está aquí, en mi corazón. Hay días en los que se siente más profundo. En otros, parece estar dormido). Tomo de ellos un poco de cariño pero no logro saciar mi angustia. Me siento como un vampiro, tomando todos los días un poco de su amor. 

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